Mons. Hinojosa

Exequias de la misa solemne de Monseñor

Mensaje de Agradecimiento de la Familia

Excelentísimo Sr. Don Rogelio Cabrera, Excelentísimos señores arzobispos y obispos; queridos sacerdotes, religiosos y religiosas; a todos ustedes hermanos todos en el Señor.

Les daré pastores según mi corazón titulaba San Juan Pablo II la exhortación apostólica el año 1992 donde afirma las características del pastor que Dios requiere. Este bello documento va desarrollando las características del buen pastor a semejanza del Gran Pastor de las ovejas.

No quiero extenderme mucho en este momento pero quiero enfatizar varias cosas de lo que mi tío, monseñor Juan José ha sido para mí, para mi familia, y para nuestra querida iglesia de Monterrey donde entregó toda su vida.

Se comenzó a forjar desde su niñez. Mis abuelos, Manuel Hinojosa y Dominga Vela fueron quienes le enseñaron a él, a mamá: María Enriqueta, a mis tíos: Rodrigo, Odilia, María del Refugio, Victor Manuel y Gerardo, a amar a Jesús Eucaristía, a la Santísima Virgen, a San José en la sencillez de General Treviño crecieron con un profundo amor a la familia y en el cumplimiento de las responsabilidades propias.

Yendo a trabajar a la ciudad de México a los 17 años con mi tío Rodrigo, sintió la vocación que, de principio, fue de misionero con los “Misioneros de Guadalupe”. Mis abuelos lo persuadieron para que entrara al Seminario de Monterrey. Entró el año de 1953.
Sus grandes amores fueron:
1. El amor a la Eucaristía
2. El amor y devoción a la Santísima Virgen María.
3. La Vida de Gracia
4. El amor al Santo Padre.
5. La fábrica de cristianos desde la familia.

Desde catedral, donde estuvo 3 años, fue conocido y valorado como un padre espiritual, de una delicadeza especial por las cosas de Dios. En broma decía: “Para Dios hay que gastar lo que se deba aunque se deba lo que se gaste”.

Después fue nombrado padre espiritual del Seminario de Monterrey, muchos de los padres aquí presentes fueron guiados por él, aprendieron a enamorarse de Jesús, de la Santísima Virgen, de lo que significa ser un pastor en los tiempos actuales. Fundó aquí los Equipos de Meditación Bíblica que apoyaba con una gran cantidad de seminaristas. 26 años estuvo sirviendo al Señor y aunque le dolió mucho dejar el Seminario, donde pensó que moriría, el año de 1994 obedeció y fue nombrado párroco de la Parroquia Jesús Buen Pastor. Desde que llegó se entregó a la misma ganándose el amor de la comunidad rápidamente y haciendo de la parroquia una comunidad de un hondo amor a estos grandes amores que caracterizaron los ejes de acción de mi tío. Fundó las misiones en Familia, a partir de aquí también las brigadas médicas, comenzó y construyó el actual templo parroquial.

A partir del 2000 fue nombrado párroco de esta comunidad parroquial del Santuario de Nuestra Señora de Fátima y se caracterizó su empeño parroquial para hacer una comunidad eucarística, mariana y misionera.
Fue gran párroco, ejemplo para quienes fueron sus vicarios desde su autoridad volcada en el servicio. Supo hacer un equipo con los sacerdotes que, como vicarios, aprendieron a ser pastores en la intimidad con Nuestro Señor y en el don de sí mismos.

Deja un legado a los sacerdotes para que sean: Amantes de la Eucaristía, del rezo del Santo Rosario, del confesionario, de la entrega a la comunidad a ellos encomendada y unido en la comunidad presbiteral.

Más que reducir tiempos del confesionario por las “cargas pastorales” que se enamoren y promuevan a las comunidades a vivir una Vida de Gracia, como él fue ejemplo con su vida.

Siempre tuvo tiempo para estar reunidos los sacerdotes en la junta semanal donde daba a cada uno el tiempo para organizar la pastoral con el espíritu de los planes de pastoral de la arquidiócesis.

Anhelaba que este santuario fuera un centro de adoración perpetua del Santísimo Sacramento y realizó la capilla del Santísimo al lado de la capilla Madre de Dios que también remodeló. Cumplió fielmente los distintos cargos que le encomendaron los obispos, sin descuidar la atención a las almas. Nunca faltó a una junta de decanato, de zona, de presbiterio mientras su salud se lo permitiera. Sobre los días de descanso decía: “Descansaremos en el cielo”.

Somos testigos todos de la dedicación pastoral de él, nuestro querido monseñor Juan José. En el hospital no dejó de aleccionarnos. Lo primero que escribió cuando le pregunté qué necesitaba cuando llegamos al hospital fue: “La comunion diaria”
Quienes lloraban y se lamentaban diciendo: ¿Por qué le sucedió esto a él? El escribió: “¿Y por qué no sufrir? Si Cristo sufrió por nosotros, si otros sufren ¿por qué no he de sufrir yo?
A los 15 días de haber ingresado al hospital le preguntó una doctora: ¿Cómo puede usted sonreir después de 15 días de estar en terapia intensiva? El respondió: “La vida sin fe es una vida sin sentido”.

El mejor homenaje que podemos hacerle a él es vivir estos amores. Si lo hacemos nuestra sociedad será diferente, formadora de hombres y mujeres responsables y contructores del Reino de Dios que lo comenzamos a realizar en esta tierra.

En estos 53 días que estuvimos mi tía Cuqui, mi hermano Carlos y yo en el hospital fuimos testigos del gran cariño de numerosas personas que estuvieron pendientes: todos y cada uno de nuestros familiares, de esta parroquia de Fátima, de la parroquia del Buen Pastor, de los equipos de Meditación Bíblica, de las misiones en familia, quienes nos apoyaron en la tarea de velar en el hospital durante las noches de este tiempo que estuvo mi tío. A todos ellos GRACIAS.

A los sacerdotes que estuvieron pendientes en el hospital, lo visitaron constantemente, y a quienes hicieron oración desde las comunidades: GRACIAS
A todo el personal, directivos, doctores que atendieron en el Hospital Christus Muguerza con un cariño y cuidado dignos de mi tío: GRACIAS

A todas las personas que nos apoyaron totalmente durante la hospitalización de mi tío, por todo el cariño y la veneración que durante años le han tenido y que consideramos parte de nuestra familia: GRACIAS

Somos Iglesia, y vamos cada uno en una Carrera, a recorrer el camino para obtener la corona merecida por nuestra bien conquistada victoria.

El ejemplo es grande, pero nos enseño que SÍ ES POSIBLE.

En nuestro querido Monseñor Juan José somos testigos que Dios nos sigue proveyendo de los Pastores según su corazón: ahora él sea nuestro intercesor en el cielo y nos bendiga Dios por su intercesión para que cada vez haya más “pararrayos” que nos atraigan las gracias de Dios, para la transformación de nuestra sociedad que está cada día más alejada de Dios. Más sacerdotes que sean enamorados de Cristo, de María, de la Vida de Gracia que nos conduzcan a todos al Gran Pastor de las ovejas: Jesucristo quien es el Camino, la Verdad y la Vida.

Señor, danos sacerdotes como el padre Juan José
Señor, danos muchos sacerdotes como el padre Juan José
Señor, danos muchos y muy santos sacerdotes como el padre Juan José.

A todos ustedes: GRACIAS